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viernes, noviembre 13, 2015

Bienaventurados los pobres de espíritu...






Del mismo modo que los viejos cuentos sufíes y las -aún más viejas- fábulas de Esopo tienen varios niveles de lectura dependiendo del grado de conocimiento o iniciación que tenga el lector,
así es la realidad que nos rodea en nuestra cotidianidad.
Una frase, una mirada, o incluso el picoteo de un gorrión tienen un significado superficial que no se le escapa a nadie. Pero debajo siempre hay una intención, un sentimiento o la necesidad de llevar alimento al nido, respectivamente. Más difícil aún es seguir escarbando hasta encontrar el anhelo escondido bajo la intención, tras la frase. O el infierno bajo el sentimiento, tras la mirada. O la necesidad del gorrión de perpetuar sus genes a través de los polluelos para los que recoge el gusano.
Pero lejos de dar la felicidad, esta pretendida habilidad solo aporta a quién la practica el desasosiego.






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