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jueves, junio 05, 2014

La paloma





Javier vive a ochocientos metros del Hospital General. Inmediatamente después de recibir la  llamada en la que le informaban del ingreso de su madre, se calzó y sus manos pasaron  de unas manivelas a otras en una suerte de juego de trapecios, abriendo y cerrando puertas. El Sol traspasaba los poderes a la Luna y la calle aparecía asolada. 
A mitad de camino observó a una paloma acurrucada junto a una farola. Apenas movía la cabeza, mientras el cuerpo -en su rendición- le pesaba como el de un hipopótamo con patas de paloma. Javier deseó por un instante gritar y zarandearla en un arrebato supersticioso. La paloma permaneció ajena a la desazón producida en el gigante, ignorante de lo que significa una madre humana, o la palabra ictus. Bastante tenía la paloma con despedirse de la vida junto a la única compañía de una farola parpadeante. De todos es conocido que las palomas siempre mueren solas.  

1 comentario:

Enrique TF dijo...

Genial, mimarzgz. Un abrazo a javier y ... a la paloma. Dignos personajes para una meditación.