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domingo, febrero 24, 2013

CIERZO




El viento del noroeste lleva toda la vida visitándonos. Recorre, en su soberbia, los canales artificiales que han creado los hombres con sus edificios. Los mismos hombres que salpican las calles con árboles, para  no olvidar de dónde vienen; nos plantan cuando aún estamos en la niñez y nos cuidan con esmero, regándonos y aligerándonos con la poda. Pero esta noche el cierzo ruge como un cazador. Parece como si le hubiesen derramado ácido sobre la espalda e intentara liberarse de su contacto frotándose con ladrillos, tejas,  ventanas, ramas y troncos.  Sabemos que esta noche será diferente. Las raíces más pequeñas son las primeras que sufren los embates de su furia. El grosor de mi tronco de treinta anillos es un obstáculo a derribar demasiado apetecible. A continuación las raíces más veteranas y profundas reciben toda  la tensión,  desprovistas ya de la protección de las más pequeñas.  El cielo se ha llenado de bolsas, hojas y ramas que sobrevuelan en fantasmales torbellinos nuestras copas.  El ataque es poderoso. Comienzo a inclinarme. Comprendo que mi final está cercano.

2 comentarios:

Pitt Tristán dijo...

Ya veo que los árboles, a pesar de su estoicismo, también son derribados.

mimarzgz dijo...

jaja. El viento es joven e impetuoso. Los árboles viejos y estoicos.