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sábado, enero 12, 2013

EL AUTOBÚS ARTICULADO



Esta tarde he viajado en un autobús que lloraba. Se trataba de un autobús urbano articulado. De esos que en su mitad tienen una especie de fuelle que les permite girar sin dificultad y cambiar de sentido en las intrincadas calles de la ciudad; sin renunciar a transportar un alto número de viajeros. De hecho creo que era precisamente en la articulación donde se generaba el llanto. El resto de pasajeros permanecían ajenos a esta experiencia sonora. Era un sollozo infantil, esto lo tengo bastante claro. Pero no era una rabieta; de ningún modo. Más bien parecía surgir del miedo o de la angustia, no del capricho. Obviamente se sofocaba inmediatamente al recuperar el autobús su verticalidad. Pero al doblarse volvía a manifestarse el terrorífico y desconsolado griterío. En ocasiones se podían distinguir varias voces infantiles formando un coro infernal. Voces blancas resistiéndose, pidiendo auxilio a los impávidos viajeros. En las paradas subían y bajaban pasajeros que pisaban la plataforma giratoria sin ser conscientes del dolor que encerraba. En más de una ocasión me dieron ganas de agarrarles por los hombros y zarandearles por su falta de empatía. Al fin llegué a mi destino. Al apearme no pude evitar mirar su marcha con lástima.  Me alegro de no vivir en un autobús articulado.

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