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miércoles, octubre 24, 2012

La nata en el espejo




Como todas las mañanas, la nata aparece adherida al espejo y cuatro gnomos saltan sobre mi lavabo agitando enormes cucharones. Necesitan esa grasa láctea para alimentarse, pero sus cortas piernecitas representan un obstáculo evidente para alcanzarla.

Desmiento categóricamente que el gnomo sea una criatura solidaria. Para sostener esta afirmación, que contradice siglos de embustes difundidos en infundados cuentos infantiles, paso a narrar algo que vi hace meses:
En la mañana del siete de enero, cuando aún no me había acostumbrado a la diaria rutina  de ver el espejo del baño en-natado y a sus nerviosos depredadores brincando, observé que ese día formaban una escalera, subidos uno sobre los hombros del otro. Conmovido, contemplé los avances. El más jóven y ligero,  ya en la cúspide de la improvisada torre, tomó el maná y lo engulló en su totalidad ante la indignación del resto. La inevitable pelea se consumó sobre la loza a escasos centímetros del desagüe. Añadiré que me produjo cierta repugnancia asistir al momento en el que tres enormes lenguas azules lamían al egoísta e inexperto gnomo, llevando así, hasta sus ansiosos estómagos, un extraño puré de nata y lágrimas.

Sé que en cuanto le dé al interruptor y encienda las luces del cuarto de baño, desaparecerán la nata del espejo y los cuatro gnomos. Lo sé porque lleva pasando todo el año y soy una persona muy observadora.

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