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domingo, marzo 18, 2012

LA LECHE DE LA MUERTE - CUENTOS ORIENTALES - MARGUERITE YOURCENAR

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        Eranse tres hermanos que trabajaban construyendo una torre desde donde pudieran vigilar a los bandidos turcos. Habían emprendido la tarea ellos mismos, sea porque la mano de obra fuese cara, sea porque, como buenos campesinos, no se fiaban más que se sus propios brazos, y sus mujeres se turnaban para llevarles comida. Pero cada vez que conseguían llevar a buen término su trabajo para colocar un buen ramo de hierbas en el tejado, el viento de la noche y las brujas de la montaña derribaban su torre lo mismo que Dios derribó la de Babel. Puede haber múltiples razones para que una torre no se mentenga en pie, y puede culparse de ello a la torpeza de los obreros, a la mala voluntad del terreno o a la insuficiencia del cemento que traba las piedras. Pero los campesinos servios, albaneses o búlgaros, no reconocen más que una causa de semejante desastre: saben que un edificio se hunde por no haber tenido cuidado de encerrar en sus cimientos a un hombre o a una mujer, cuyo esqueleto sostendrá, hasta que llegue le día del Juicio Final, la carne pesada de las piedras. En Arta, en Grecia, enseñan un puente en donde fue emparedada de este modo una muchacha: parte de su cabellera se escapa por una grieta y cuelga sobre el agua como una planta rubia.
       Los tres hermanos empezaban a mirarse con desconfianza y ponían gran cuidado en no proyectar su sombra sobre el muro inacabado, ya que es posible, a falta de algo mejor, encerrar dentro de un edificio en construcción a esa negra prolongación del hombre, que tal vez sea su alma, y aquel cuya sombra es apresada de esta manera muere como un deventurado que padece penas de amores.
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Fragmento del cuento: La leche de la muerte, de los Cuentos Orientales de Marguerite Yourcenar

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