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sábado, junio 19, 2010

ADIÓS, SARAMAGO




Quizá sea porque tengo el estómago lleno y soy consciente de esta
circunstancia, por lo que busco, sin tregua, alimento para mi
espíritu.

Al igual que el hambriento no ha sabido procurarse víveres de otra
forma que no sea escarbando en un contenedor, yo intento acudir a
los libros para acallar el doloroso eco del silencio que golpea las
paredes de mi pecho.

Estaba en una de mis indagaciones, cuando cayó en mis manos el
libro de José Saramago, El evangelio según Jesucristo. En él
descubrí un escritor agarrado a la pared de un precipicio del que
no quería despeñarse. Un descreído que transformaba la vida de
Jesucristo para poder acercarse a él y así poder olisquear, aunque
fuera por un instante, el perfume de la inmortalidad. Después
vinieron más libros.

Descansa en paz José de Sousa (Saramago), y gracias por
acompañarme en el camino.

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