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sábado, marzo 20, 2010

ECO Y NARCISO


Narciso era hijo de una Náyade (ninfa del agua) y de Céfiso, dios de un río.
Eco era una ninfa de los bosques.
Las ninfas son doncellas que pueblan los bosques y las aguas. Son deidades
secundarias de gran longevidad pero mortales. Homero defiende que son
hijas de Zeus.
Cuando Narciso nació, un adivino le profetizó que tendría una vida muy
prolongada ya que nunca llegaría a conocerse. Narciso era el más hermoso
joven entre todos los nacidos. Despertaba los más intensos deseos sexuales
entre las ninfas y los hombres que le rodeaban. Pero Narciso detestaba el
contacto con ellos y prefería cazar animales, antes que tener cualquier
relación con sus semejantes.
Un día, la ninfa Eco cruzó su mirada con Narciso y quedó absolutamente
prendada de él. El problema radicaba en que sobre Eco recaía una maldición
impuesta por Hera. La vengativa Hera decidió castigar la elocuencia de la
parlanchina Eco, que la distraía mientras su esposo yacía con otras ninfas.
-Puedes seguir parloteando-le dijo Hera-. Pero nada de lo que digas será tuyo.
Por lo tanto Eco sólo podía repetir palabras dichas por otro. Esta limitación
se transformó en un intolerable sufrimiento ante su amado Narciso, pues
no podía expresarle sus sentimientos. Decidió esperar a que Narciso dijera
algunas palabras que, al repetirlas ella, tuvieran algún significado y así entablar
una mínima conversación. Esto es lo que pasó:
Al oir Narciso unos ruidos tras los matorrales donde estaba agazapada Eco,
preguntó:
-¿Hay alguien entre el follaje?-.
-Entre el follaje-. Repitió Eco.
-Sal y deja que te vea-. requirió Narciso.
-Deja que te vea-.volvió a repetir Eco.
Entonces Eco salió de entre los arbustos y lo abrazó con fuerza.
Narciso se quedó paralizado por la sorpresa y la rechazó entre gritos despectivos.
Eco notó que algo se rompía dentro de su frágil pecho y se alejó del resto de las
ninfas, deambulando por el bosque hasta desaparecer para siempre. De la
desventurada Eco solo quedó su voz que, desde entonces, repite las últimas
palabras pronunciadas por los hombres.
Narciso, como era habitual, no sufrió el más mínimo interés por la agonía
de Eco, sin embargo, más pronto que tarde, este temperamento despectivo
recibirá un castigo por parte de los dioses. Pero esa ya es otra historia.




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